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lunes, 15 de agosto de 2011

Sueños Mecatrónicos

Recordando a Isaac Asimov (1920 - 1992)

National Geographic dedica su edición de agosto de 2011 a la robótica, haciendo recuento de este campo de la técnica, su desarrollo, l'état de l'art, y por supuesto, aventurando algunos avances que los investigadores ya persiguen afanosamente: humanoides capaces de aprender y tomar decisiones, programas que replican el pensamiento y las emociones humanos, robots niñera e incluso transferencia cognoscitiva del cerebro humano a uno robótico. A la luz de los logros alcanzados, algunas de las predicciones pueden parecernos razonables – aunque no por ello menos fantásticas – sin embargo, hace 60 años, cuando no se había extendido el uso de la TV a color, ni el celular, ni existían los satélites artificiales y las computadoras usaban tarjetas perforadas, hacer todos estos vaticinios sonaba simplemente descabellado y quedaban restringidos a la ciencia ficción, donde incluso para algunos, era exagerar.

Pues bien, es precisamente en revistas de corte fantástico donde Isaac Asimov – para muchos el máximo exponente de la ciencia ficción de todos los tiempos – entonces joven Doctor en Bioquímica y profesor de la Universidad de Boston, comienza a publicar sus relatos. Con su visión y su esperanza puestas en el futuro, narra sobre esas maravillosas máquinas que su mente ya intuye, acuña la palabra robótica (1941) y establece Las Tres Leyes de la Robótica (1942) que buscan evitar un futuro a la Terminator o a la Matrix:

  1. Un robot no puede hacer daño a un ser humano o, por inacción, permitir que un ser humano sufra daño.
  2. Un robot debe obedecer las órdenes dadas por los seres humanos, excepto si estas órdenes entran en conflicto con la Primera Ley.
  3. Un robot debe proteger su propia existencia en la medida en que esta protección no entre en conflicto con la Primera o la Segunda Ley.

En sus relatos, Asimov deja ver robots complejos, alejados de las simples máquinas que realizan tareas sencillas u obedecen ciegamente a un ser humano, antes bien, los imagina dotados de vida, capaces de aprender, pensar, decidir, actuar – y por si fuera poco – soñar e imaginar, todo ello gracias a sus poderosos cerebros positrónicos, la mayor obra del genio humano.

Su éxito es tal, que pronto surgen compilaciones en forma de libro. La más emblemática es Yo, Robot (1950) – que sirve de ligera inspiración para la película protagonizada por Will Smith. En este volumen, ambientado en el lejano año 2000, se materializa el robot niñera Robbie. Los ‘pilotos de prueba’ Powell y Donovan, lidian con un robot Descartes, que descubre su existencia porque como él mismo dice: Pienso, luego, existo. La Doctora en Robot-Psicología, Susan Calvin, se enfrenta a robots que mienten, que sueñan, que leen el pensamiento. Estos humanoides son tan complejos, que no pueden sustraerse a la soberbia, la ira, la avaricia. Y en el máximo logro de la técnica, son capaces de recibir la personalidad de un ser humano, con sus recuerdos, pensamientos, sentimientos, creencias y demás, potenciados con las increíbles capacidades de análisis de un cerebro robótico y las fortalezas de un cuerpo inmortal y acotados por esas tres leyes que todo robot lleva impresas a fuego en su ser.

El día en que estos relatos de ciencia ficción se vuelvan realidad está cada vez más cerca. Ya se desarrollan competencias de fuerza, velocidad, futbol y más, en que los robots se miden con sus pares en un afán de poner en contacto a los desarrolladores de la cibernética (otra palabra retomada por la ciencia ficción) y agilizar la transmisión de conocimiento que al final nos ha de llevar a un mundo en que el hombre y la máquina convivirán de formas que ahora sólo podemos imaginar.

Referencias

  1. Yo, Robot. Isaac Asimov. 1950.
  2. Sueños de Robot. Isaac Asimov. 1986.
  3. National Geographic. Agosto, 2011.