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sábado, 22 de octubre de 2016

La muerte tiene cara de mujer

Emma Roldán, María Douglas y Miroslava Stern en sendas interpretaciones de la Muerte
Se acerca el Día de Muertos y una película infaltable en la televisión abierta para estas fechas es la legendaria Macario, magistralmente protagonizada por Ignacio López Tarso y filmada en el pueblo mágico de Taxco y en las monumentales grutas de Cacahuamilpa. Este filme ha alcanzado tanta fama, a niveles nacional e internacional, que es referente de nuestra particular conmemoración del 2 de noviembre. Esto, sin embargo, ha proyectado una larga sombra sobre otras películas que tocan igualmente esa relación tan ambigua —de respeto e irreverencia— que guarda el pueblo mexicano con la muerte. Así ha sucedido con tres obras filmadas durante la Época de Oro del cine mexicano (1940-1960), de manera previa a la de Macario, y que si bien tienen influencias incluso sajonas, no dejan de contener ese toque y sabor mexicanos tan característicos.

La primera, El ahijado de la muerte (1946), dirigida por Norman Foster durante su estancia en México (nada que ver con el arquitecto inglés que diseñará el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México) narra la historia de Pedro (Jorge Negrete) quien a partir de ser bautizado por la Muerte (excelentemente interpretada por Emma Roldán) cuenta con la protección de tan singular madrina. Este inicio de la historia nos remite al relato Godfather Death de los hermanos Grimm [1], sin embargo, a partir de aquí, la trama seguirá su propio curso, y es que en su debut como guionista, Luis Alcoriza, joven exiliado español, trata de mostrar al México rural del siglo XVIII, con sus haciendas, sus castas y sus injusticias. Aunque el desarrollo argumental es muy disparejo y algunos personajes no logran cuajar bien, la escena de la muerte del padre de Pedro, en el camposanto, acompañado de su comadre de ultratumba, refleja muy bien el espíritu de aquel verso de José Alfredo: la vida no vale nada. Hay además una canción, no se por qué, que parece sacada del bíblico Libro de las Lamentaciones y que en la voz de tenor de Jorge Negrete, resulta realmente conmovedora.

La segunda, La Dama del Alba, nos transporta al Jalisco del siglo XIX, donde una familia de hacendados vive a la sombra de la muerte de Angélica, quien desapareció en el río en la víspera del mero día de San Juan. A casi dos años del trágico suceso, dos mujeres llegan a la casona en una noche de tormenta: una misteriosa peregrina y una joven desdichada. El abuelo reconoce en la primera a la muerte, caracterizada por María Douglas, y tras una conversación a solas entre ambos, ésta promete regresar en siete lunas, en la celebración del día más largo del año y aniversario de la desaparición de Angélica. Inspirada en la obra de teatro de Alejandro Casona y adaptada por Salvador Elizondo, con un guión de Xavier Villaurrutia, uno de Los Contemporáneos, fue dirigida por Emilio Gómez Muriel en 1949. Ésta es la mejor lograda de las tres cintas que aquí refiero. La belleza imperturbable de María Douglas —cuya interpretación como Blanche Dubois en la obra de teatro Un Tranvía llamado Deseo sigue considerándose, hasta hoy, insuperable—; la historia de amor de Martín (Emilio Tuero) y Adela (Marga López); la actuación de Fernando Soler, el abuelo de México y el inesperado final, son elementos que han hecho de ella, una cinta considerada entre las mejores del cine nacional.

Por último, La Muerte Enamorada, dirigida por Ernesto Cortázar en 1950, es una película basada en el filme hollywoodense, Death takes a holiday. El filme pretende ser sólo una comedia ligera, una fábula metafísica simple acerca de la muerte encarnada en una hermosa mujer (¿quién mejor que la checa Miroslava Stern?) que se enamora de un infelizmente casado agente de seguros (Fernando Fernández), sólo para terminar ayudándolo a él y a su esposa a arreglar sus problemas maritales. Si bien la cinta no tiene mayores pretensiones, la imponente belleza de Miroslava —quien ha sido revalorada e incluso convertida en actriz de culto en fechas recientes— y el toque irreverente, que parece sacado de una viñeta de José Guadalupe Posada, de unos esqueletos danzando al son de unos instrumentos musicales hechos de hueso, son elementos suficientes para ver esta película [2]. Como dato para la trivia, esta producción marca el debut actoral, en el papel de unos muy serios doctores, de Mauricio Garcés y Eulalio González 'Piporro'.

Tres películas que valen el placer de verse, en estos días en que tenemos a la imagen de la Muerte tan presente, para traer a la memoria a tantas personalidades que hicieron posible la Época de Oro del Cine Mexicano y que hoy, cosas de la vida, yacen ya en el reino de los muertos.

El Pilón.

Podemos disfrutar de estas tres actrices: Emma Roldán, María Douglas y Miroslava Stern; juntas, en la cinta Cárcel de Mujeres de 1951. Otro hilo conductor, la cinta Death takes a holiday se basa en la obra de teatro italiana La morte in vacanza y será justo este título con el que se exhibirá, en italia, el film mexicano de Macario. Además, Hollywood llevará Death takes a Holiday nuevamente a la pantalla grande: en 1971, con el mismo nombre; y en 1998, con el título Meet Joe Black, protagonizada por Brad Pitt.

Referencias
  1. The Original Folk and Fairy Tales of the Brothers Grimm: the Complete First Edition. Jacob Grimm, Wilhelm Grimm; translated by Jack Zipes. 2014.
  2. Splendors of Latin Cinema. R. Hernandez-Rodriguez. 2010.
  3. Norman Foster y los otros. Gabriel Ramírez. 1992.
  4. Down from the Attic: Rare Thrillers of the Silent Era through the 1950s. John T. Soister. 2016.