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jueves, 15 de septiembre de 2011

La Seducción de Mefistófeles

Fausto, Cantinflas y Mefistófeles

La sabiduría en ocasiones gusta de perder a quienes la persiguen. Multitud de hombres sólo encuentran ilusiones, aridez o locura tras emprender el camino del conocimiento. Al final descubren que todo esfuerzo ha sido vano, que la recompensa es amarga y que el tiempo ha escapado como agua entre sus dedos. En esa situación, ¿quién no aceptaría una dulce propuesta susurrada al oído: Juventud y satisfacciones a cambio del alma inmortal?. Tal es el tema de la obra cumbre de cierto escritor alemán. 

Pedro Henríquez Ureña solía decir que las lecturas que todo aspirante a hombre culto debía hacer, eran: Homero, los trágicos, Platón, Dante, Shakespeare, Goethe. Alfonso Reyes, discípulo y amigo, seguiría la prescripción al pie de la letra, llegando a ser uno de esos hombres que enriquecen la cultura de un idioma. Lector insaciable, quedaría prendado de una de aquellas luminarias: Johann Wolfgang von Goethe. Desde su juventud, y hasta su vejez, su pluma regresaría una y otra vez sobre la vida y obra del genio alemán, al punto que aún hoy se le reconoce autoridad en el tema. 

Una deuda tengo yo con Alfonso Reyes –Presidente fundador de El Colegio de México– y sólo ahora comienzo a saldarla acercándome a su obra. Haciéndolo, no he podido sustraerme a su fascinación por Goethe y me he sumergido en dos obras del genio de Weimar: Werther y Fausto

Amante incorregible, Goethe exorciza sus amores no correspondidos en Las desdichas del joven Werther. Con esta obra se convierte a los 25 años en autor reconocido y admirado en toda Europa. En las cartas a su hermano, Werther narra su amor por la bella Carlota, prometida de su amigo Alberto. Encuentra la felicidad en otorgar su devoción aunque sabe que no puede ser correspondida – Dime Wilhelm, ¿no es realmente una ilusión lo que nos hace dichosos?… sin embargo, la boda de su amada lo lanza a un exilio autoimpuesto y a vagar sin rumbo. Trágicamente, imposibilitado de olvidar a la inigualable Lota, solicita en préstamo un par de pistolas a su rival de amores, Alberto, y con ellas se dispara al corazón. En pleno Romanticismo, la obra es un éxito… y provoca una oleada de suicidios por el viejo continente (algunos aseguran que más de mil). Durante el resto de su vida Goethe será admirado por ella, aún cuando él mismo jamás volverá a leerla.

Sin embargo, el Último Hombre del Renacimiento –como también ha sido llamado– se inmortaliza sin saberlo con La Tragedia de Fausto, obra considerada una segunda Biblia alemana. En ella vacía el bagaje acumulado durante su larga vida –termina de escribirla a los 81 años– y muchos le ponen la etiqueta de autobiografía novelada. Fausto es un viejo doctor que se ha dedicado al estudio de la filosofía, las ciencias y –finalmente, en un último intento por encontrar la verdad– a la alquimia. Cansado de su ininterrumpida búsqueda y anhelando los placeres que nunca conoció, realiza un pacto con Mefistófeles: su alma a cambio de la juventud y el amor de la bella Margarita. Llena de simbolismos y significados ocultos, la obra es plena en erudición y sin embargo, sencilla y sin complicaciones. El viejo Fausto acepta la propuesta, y tras firmar con sangre, vuelve a la juventud y obtiene los favores de Margarita, llevándola a la perdición. Sólo el verdadero amor podrá salvar a quien ha caído.

Siendo también un gran pensador, Alfonso Reyes trata de descifrar en sus ensayos –sin lograrlo, según él mismo confiesa– al hombre multifacético que es Goethe. Lo que sí logra, sobradamente, es despertar el deseo de adentrarse en la obra del ilustre alemán, obra que forma parte ya de la Literatura Universal.

Lecturas

  1. Trayectoria de Goethe. Alfonso Reyes. 1954.
  2. Obras Completas, XXVI. Alfonso Reyes. 1993.
  3. Las Penas del Joven Werther. Wolfgang von Goethe. 1774.
  4. Fausto. Parte I. Wolfgang von Goethe. 1807.
  5. Fausto. Parte II. Wolfgang von Goethe. 1832.